viernes, 27 de diciembre de 2013

Si la Navidad fuese una película dirigida por...



 
A los aficionados al cine, seguramente, les gustará. En Francia, un grupo de actores ha hecho un cortometraje en el que interpretaron la misma escena (la vida de una familia el día de Navidad) de acuerdo a los códigos cinematográficos de los más grandes directores.

En la mañana de Navidad se reconoce al instante el estilo de Woody Allen, Stanley Kubrick, Steven Spielberg y otros, gracias al montaje y edición que hicieron los actores. ¿Cuál es vuestro preferido?

¡Felices Fiestas!

martes, 12 de noviembre de 2013

Me gustaría...



Me gustaría ser un nido si fueras un pajarito
me gustaría ser una bufanda si fueras un cuello y tuvieras frío
si fueras música yo sería un oído
si fueras agua yo sería un vaso
si fueras luz yo sería un ojo
si fueras pie yo sería un calcetín
si fueras el mar yo sería una playa
y si fueras todavía el mar yo sería un pez
y nadaría por ti
y si fueras el mar yo sería sal
y si yo fuera sal
tú serías una lechuga
una palta o al menos un huevo frito
y si tú fueras un huevo frito
yo sería un pedazo de pan
y si yo fuera un pedazo de pan
tú serías mantequilla o mermelada
y si tú fueras mermelada
yo sería el durazno de la mermelada
y si yo fuera un durazno
tú serías un árbol
y si tú fueras un árbol
yo sería tu savia y correría
por tus brazos como sangre
y si yo fuera sangre
viviría en tu corazón.

Poema para una joven amiga que intentó quitarse la vida
Claudio Bertoni 

Ilustración: Mike Stilkey 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Humor inteligente






















Fuentes:
Ilustración 1: Elly Liyana Ruslan
Ilustraciones 2 y 3: El Cartel de Munguía

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Adicta a las series II

























"Si mi  vida fuera una película, me dormiría o me marcharía..." (Brenda a Nate en "A dos metros bajo tierra")

(Serie creada por Alan Ball, 2001-2005)


martes, 5 de noviembre de 2013

Camus, mi padre



Hasta que murió, no supe que papá era célebre. Lo entendí a su muerte. Es desagradable. Para mí, era mi padre. Gracioso, tan gracioso. Adoraba su risa. Para los demás, Albert Camus era un mito, no un padre. La fama, de la que yo no era consciente y de la que siempre nos preservó, cayó sobre mi hermano y sobre mí y nos aplastó. Yo tenía 14 años. Nadie, pero nadie, pensó que pudiera sentir pena. Ni siquiera mamá, destrozada. Inmediatamente después de la muerte de papá, me dijo que habría que operar a Ágata, la gata que papá me regaló cuando yo era pequeña. Aún me parece oírle canturrear: "Ágata, mi gata, que tiene unas bonitas patas…". Siempre tuvo gatitos -hasta los gatos eran libres en casa-, y nos quedábamos con las crías durante dos meses antes de regalarlas. Yo adoraba los gatitos. Mamá me dijo: "¿Qué vamos a hacer con ellos? Tu padre los regalaba. A nosotras no nos los aceptarán". Tenía razón. Comprendí entonces la vida. Y mamá hizo que operaran a la gata.

Se me planteaba un problema cuando en la escuela me preguntaban por el oficio de mi padre y yo respondía "escritor". Carpintero es un oficio, ¿pero escritor? Un hombre que se queda en casa para "hacer garabatos" en su despacho es algo muy parecido a gandul… Nos decían que no le molestáramos. Cuando lo hacíamos, casi nunca le importaba. Atento, severo también, sobre la forma de comportarse, de comer y sobre el respeto hacia los demás. Prefería con mucho las cachetadas de mi madre o de mi abuela. Cuando hacía una tontería, sabía el precio. Pagaba y, tranquilamente, volvía a empezar de cero. Con papá, bastaba una mirada de sus ojos verde marrón y de algunas palabras para que me sintiera a ras del suelo. Cuando le dije que quería hacer mi primera comunión, me preguntó si era porque creía en Dios o porque deseaba una ropa bonita y algunos regalos. De inmediato, comprendí que había cedido. "¿Crees que vas a estar guapa?" Para él, si teníamos un techo y libros, poseíamos todo lo que necesitábamos. En casa no sabíamos qué era lo superfluo. Había que pedir regalos útiles. Una cartera para Navidades, incluso una bonita cartera, no era algo desmesurado. El último regalo de cumpleaños que me hizo mi padre fue un buró. Un hermoso buró, por supuesto… Cuando estuve muy enferma, me regaló un tocadiscos. No era su estilo y por eso me convencí de que iba a morir.

Había una señora que ayudaba a mamá. Nosotras hacíamos las camas, limpiábamos los zapatos y estábamos al servicio de esa señora. Era normal. De manera indirecta, mi padre quería que le manifestáramos el respeto por el oficio de su madre: mujer de la limpieza. Pobres, muy pobres, ni siquiera sabían que existía otra cosa. En algún lugar mi padre escribió que "la inteligencia de los oprimidos va a lo esencial". Lo esencial, en este caso, era saber si tenían el suficiente dinero para comer. No mañana, sino la misma noche. Era un mundo reducido, replegado, él se encontraba mejor fuera que dentro. Es un muchacho de Belcourt. Con sus compañeros, iba detrás de la carreta del señor Galoufa, el hombre de la perrera, para liberar a gatos y perros vagabundos. Al igual que todos los del barrio, hablaba el pataouète, el dialecto de los franceses de Argelia. El francés para él fue una conquista. ¡A los once años!, acaba la escuela primaria: su abuela quiere que trabaje para aportar algún dinerillo a la casa. Sin embargo, su maestro, Louis Germain, se había fijado en mi padre. Aboga por él y gana: papa estudiará. En el instituto y por primera vez conoce la injusticia. El barranco entre el mundo de los demás y el suyo. Más adelante, será lo mismo en Saint-Germain-des-Près. Le miran como a un piojoso y mi padre no se veía como un piojoso. Era fuerte de espíritu, pero la injusticia siempre está presente. En las fotos, la mayoría de los alumnos llevaban chalinas, esas corbatas de grandes nudos. Él no. Libre ya. Nació a la vida, creo, cuando más adelante dijo que "está la belleza y los humillados" y que no quiere "ser infiel ni a la primera ni a los segundos".

A los 17 años empezó a escupir sangre. Tuberculosis. Enfermedad mortal, enfermedad vergonzante. En esa época los tísicos se morían y eran tratados como apestados. Hasta entonces no había tenido nada, pero tenía la vida. Le parecía natural. Pero supo que incluso la vida no era tan normal. Se ve obligado a abandonar el fútbol que tanto le gustaba. Era portero. Lo llamaban "A ras de tierra", porque tardó en crecer. La playa de Sablettes, el mar, el sol y un increíble sentimiento de libertad en el que se mezclan el cuerpo de las mujeres, el compromiso y, desde entonces, el teatro. Y el periodismo en Argel républicain. Más adelante, escribió: "La pobreza, al principio, no fue una desgracia para mí: la luz repartía sus riquezas".

A los 23 años, y eso parece increíblemente moderno en la sociedad colonial de los años 1930, alquila una casa junto con tres mujeres, dos de ellas homosexuales. Una casa con terraza sobre la bahía de Argel. Tiene un perro, Kirk, en homenaje a Kierkegaard. Decidió que iba a escribir. Por primera vez, publica El revés y el derecho, con una tirada de 350 ejemplares. A través de una amiga de Orán conoció en 1937 a mi madre, Francine Faure. Mamá estudiaba Matemáticas en Argel. Era pianista. Nunca me contó nada de sus primeros años con mi padre. Solo sé que siempre le quiso. Creo que él también. Hubo otras mujeres y otros amores, pero nunca la dejó. Creo que eran profundamente amigos y solidarios. Les veían como hermanos. Pienso que no era muy feliz, pero no creo que mi padre fuese el único responsable. Me dijo que siempre se habían querido y que nunca se trató de algo mediocre.

El 1 de noviembre de 1936, fundó con su amigo Pascal Pia el periódico Argel républicain. Sirvió para comer pan y sardinas… Allí publicó su serie de reportajes Miseria en la Kabilia. Se interesa por la justicia, las injusticias, los sucesos. No se lo perdonaron. Censuraron el periódico. No encuentra trabajo y se ve obligado a abandonar Argelia y marcharse a París en 1940. Trabaja en Paris-Soir, periódico "deslocalizado" en Lyon, ciudad en la que se casan mis padres. Los empleados del periódico le regalan a mamá un ramo de violetas.

Papá, víctima de una recaída de la tuberculosis, se ve obligado a instalarse en la región de Chambon-sur-Lignon, en el Pannelier. En las granjas de los alrededores, 5000 niños judíos serán ocultados y salvados por los campesinos. La Resistencia está por los alrededores y papá se une a ellos: "Lo pensé mucho y lo hice con plena conciencia, porque era mi deber". Se compromete con el movimiento Combat de Henri Frenay. Fue, al mismo tiempo, lector en la editorial Gallimard y editorialista del periódico clandestino. El riesgo era enorme. Dispone de papeles falsos bajo el nombre de "Albert Mathé", natural de Épinay-sur-Orge, hijo de Jacques y Madeleine, de profesión "redactor". Amigos suyos fueron detenidos, deportados. Algunos no regresaron. Por eso siempre dijo que no quería ser condecorado con la medalla de la Resistencia.

En 1944, mi madre conoce a María Casares. Trabajan juntos en el teatro. Su pasión amorosa es devoradora. Cuando mamá regresa de Argelia, ni mi padre ni mi madre saben cómo será el reencuentro. André Gide le alquila un piso a mi padre en la calle Vaneau. Mamá me contaba que hacía tanto frío que se formaba hielo entre las ranuras del parqué. Como quiera que fuese, mis padres debieron reencontrarse, puesto que algunos meses más tarde, en septiembre de 1945, nacimos mi hermano gemelo Jean y yo.

Papá sigue escribiendo sus libros, sus obras de teatro. María interpreta. No es asunto mío, es la vida. En casa nunca oí una sola palabra contra María. La conocí por los años 80, tras la muerte de mi madre. Yo estaba en Niza donde ella interpretaba una obra. Le envié un recado al teatro. Hablamos mucho. Nos sentíamos bien juntas. Era tan viva, cálida, alegre. Comimos chocolate. Fumaba y tenía unos accesos de tos espantosos. Al apagar un cigarrillo, de inmediato encendía otro. Mi padre y ella se parecían. Tenían el mismo amor loco por la vida, a pesar de los pesares. Resistían y la aprovechaban.

Tras la Liberación, mi padre se ve mucho con Sartre y con Beauvoir. En Saint-Germain-des-Près era una fiesta continua, bailaban y también se emborrachaban. Sin embargo, mi padre siempre tuvo la impresión de desentonar entre ellos. Es mediterráneo, nunca estudió en la École Normale y su origen no es burgués. No es del todo falso le hecho de que Sartre lo tratara de "golfillo de las calles": tenía la impresión de que se encanallaba al estar junto a su compañero Camus.

Mire esa foto de Brassaï: mi padre había puesto en escena una obra de Picasso, El deseo atrapado por la cola. Ahí están Lacan, Cécile Eluard, Picasso, Valentine Hugo, los Leiris, Sartre y Beauvoir. ¿Hacia quién dirige la mirada mi padre? Al perro.

Escribir es exponerse al malentendido y no a ser entendido. Mi padre lo sabía. Yo era una niña, pero sentía la agresividad a su alrededor. En 1951, con El hombre rebelde sacude un tabú. En aquella época no se podía uno meter con la Unión Soviética, aunque todo el mundo sabía de la existencia del gulag. Lo hacían, según decían, en nombre de la buena causa. Se callaban. Él decidió hablar. Y eso no gusta. Un día -más adelante, comprendí que fue después de la terrible polémica con Les Temps modernes cuando Francis Jeanson, por orden de Sartre, machacó el libro con increíble violencia-, un día, digo, me encuentro a mi padre en el salón, sentado en un sillón y con la cabeza gacha. Le dije: "¿Estás triste, papá?". Levanta la cabeza, me mira a los ojos y me contesta: "No, estoy solo". Nunca lo he olvidado, de tanto cómo me sublevaba. No sabía cómo decirle que conmigo no podía estar solo.

Cuando le dieron el Nobel, le pareció que era demasiado joven. "Personalmente, habría votado por Malraux". Ese día, en el instituto, todo el mundo me miraba de una forma extraña. Le pregunté a una compañera si yo tenía el dobladillo descosido o algo raro. Se rió: "¡Apareces en el Paris-Match!" A mí el Paris-Match no me decía nada. No se leía en casa. No medí lo que pasaba. Mi padre se negó a llevarnos a Estocolmo a mi hermano y a mí, porque no veía la razón por la que la Academia Nobel debía pagarnos el viaje. Alquiló un esmoquin y le regaló a mamá un precioso vestido de color marfil de Balmain. Lo conservo y está un poco más color crema. Se fueron a Estocolmo ante los ojos del mundo entero. Dedicó su discurso a Louis Germain, su maestro de Argel.

Tenía su escritorio en la habitación. Papá escribía de pie, con tinta negra o azul. Pero es aquí en esta terraza, sentado en el suelo, por la mañana temprano, donde escribió El primer hombre. Frente al ciprés que sigue estando ahí.

Declaraciones de Catherine Camus recogidas por Agathe Logeart para Le Nouvel Observateur (19-XI-09). Traducción de Antonio Álvarez de la Rosa.

Fuente: laopinion.es 

¡Gracias, Noemí!

lunes, 4 de noviembre de 2013

En el aniversario de Camus



A veces ando por ahí compadeciéndome, al tiempo que un fuerte viento me eleva por el cielo.

Proverbio Ojibwe

domingo, 3 de noviembre de 2013

Eterno Lou



La artista Laurie Anderson, viuda de Lou Reed, publicó el jueves 31 de octubre un obituario en un semanario estadounidense local, East Hampton Star:

A nuestros vecinos:

¡Qué otoño tan maravilloso! Todo reluciente y dorado y toda esa increíble luz suave. El agua nos rodea.

Durante los últimos años Lou y yo pasamos tiempo aquí, y aunque somos gente de ciudad este es nuestro hogar espiritual.

La semana pasada le prometí a Lou que lo sacaría del hospital y volveríamos a casa a Springs. ¡Y lo conseguimos!

Lou era un maestro de tai chi y pasó sus últimos días aquí feliz y deslumbrado por la belleza y el poder y dulzura de la naturaleza. Murió el domingo por la mañana mirando a los árboles y haciendo la famosa posición 21 del tai chi con tan solo sus manos de músico moviéndose en el aire.

Lou era un príncipe y un guerrero y sé que sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo llenarán a muchas personas con la extraordinaria alegría de vivir que él tenía. Larga vida a la belleza que desciende y perdura y que se adentra en todos nosotros.

Laurie Anderson

Su amante esposa y eterna amiga

Fuente: elpaís

domingo, 27 de octubre de 2013

Coney Island Baby




4 de octubre en Landmark Hotel

-Si es un sueño no quiero que nada me despierte
-decías con El ángel que nos mira en la mano
y corriendo bajo la lluvia- decías
la tormenta es un tigre,
el tigre tiene un movimiento de árbol
que va entrando en la noche.

Bajo la lluvia,
a solas con tu vida entre cielos e infiernos,
entre nada ya es suficiente y demasiado no basta,
mirabas caer la oscuridad en los parques
-como un sonido de campanas sobre el agua-
y decías una canción es sólo
la forma de salir de un callejón sin salida,
mirabas la oscuridad,
con tu corazón perseguido por los leones,
con tus plumas azules y tus sortijas árabes.

20 años después, mientras me hablas
de pequeñas ciudades -me pregunto
si un recuerdo es algo que conservamos
o algo que hemos perdido-, de pequeñas ciudades junto al mar,
yo comprendo que sólo fuiste un sueño. Y como dice
Delmore Schwartz en una canción de Lou Reed,
en nuestros sueños comienzan nuestras responsabilidades.

La última playa es fría y tiene una luz extraña,
una luz blanca hecha de pájaros caídos.
20 años después, desde este mundo
de las cosas tal como son, tenemos
nuestras propias preguntas. y respuestas
que huyen de tu nombre
como animales asustados por un trueno.

El sueño es dulce, sientes
grandes ruedas de fuego en el calor del día.
y Lou Reed también dice
que si cierras la puerta
tal vez la noche dure para siempre.

Benjamín Prado

lunes, 21 de octubre de 2013

Deshechos históricos


Fuente: eljueves

domingo, 20 de octubre de 2013

Poema para tiempos oscuros



Girando y girando en espiral creciente
el halcón no puede oír al halconero;
todo se derrumba, el centro no se sostiene;
la pura anarquía se desata sobre el mundo,
la marea turbia de sangre se desata y en todas partes
la ceremonia de la inocencia se ahoga;
los mejores carecen de convicciones, y los peores
están llenos de apasionada intensidad.

Seguramente alguna revelación está próxima;
seguramente el Segundo Advenimiento está próximo.
¡El Segundo Advenimiento! Apenas pronunciadas esas palabras
una enorme imagen emanada del Spiritus Mundi
empaña mi visión: en algún lugar en las arenas del desierto
una figura con cuerpo de león y cabeza de hombre,
una mirada vacía y despiadada como el sol,
mueve sus lentos muslos, mientras alrededor
se tambalean las sombras de los indignados pájaros del desierto.
La oscuridad cae de nuevo; pero ahora sé
que veinte siglos de sueño de piedra
fueron perturbados hasta la pesadilla por una cuna que se mece,
¿y qué bestia áspera, llegada su hora al fin
se arrastra hacia Belén para nacer?

El segundo advenimiento
William Butler Yeats

jueves, 3 de octubre de 2013

Adicta a las series




Aprovechando el final de "Breaking Bad", ahí van unos vídeos de las series de TV que más me han gustado últimamente, las tres primeras indudables obras maestras. (Yo las veo a través de series ly, para lo que es necesario tener una invitación; si a alguien le interesa, no tiene más que enviarme su e-mail).

Breaking Bad
Creada por Vince Gilligan (2008-2013)



Los Soprano
Creada por David Chase (1999-2007) 



The wire
Creada por David Simon (2002-2008)



Utopia
Creada por Dennis Kelly (2013)



Black mirror
Creada por Charlie Brooker (2012-2013)



miércoles, 4 de septiembre de 2013

Orwell VS Huxley












Fuente: Pedacicos arquitectónicos

sábado, 27 de julio de 2013

Una tontería





Mis niños cuando eran pequeños, por cortesía de Martine Roch

miércoles, 24 de julio de 2013

Ladrones de tesoros



La condena

El que posee el oro añora el barro.
El dueño de la luz forja tinieblas.
El que adora a su dios teme a su dios.
El que no tiene dios tiembla en la noche.

Quien encontró el amor no lo buscaba.
Quien lo busca se encuentra con su sombra.
Quien trazó laberintos pide una rosa blanca.
El dueño de la rosa sueña con laberintos.

Aquel que halló el lugar piensa en marcharse.
El que no lo halló nunca
es desdichado.
Aquel que cifró el mundo con palabras
desprecia las palabras.
Quien busca las palabras que lo cifren
halla sólo palabras.

Nunca la posesión está cumplida.
Errático el deseo, el pensamiento.
Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.

Nuestros tesoros son tesoros falsos.

Y somos los ladrones de tesoros. 

Felipe Benítez Reyes

Imagen: Martine Roch

miércoles, 17 de julio de 2013

Sentimientos auténticos



"Los sentimientos auténticos son extremadamente raros, y la mayoría de los seres humanos se contentan con sentimientos convencionales, que se imaginan experimentar realmente, pero que adoptan sin pensar ni un instante en poner en tela de juicio su autenticidad. Creen experimentar el amor, el deseo, la repugnancia o los celos, y viven de acuerdo con el modelo estándar de humanidad que se nos ha presentado desde la infancia. Sensaciones e ideas forman paquetitos de asociaciones más o menos arbitrarias, a las que los nombres que les damos terminan por prestarles una apariencia de realidad. La admirable máxima de La Rochefoucauld: "Hay personas que jamás se habrían enamorado si no hubieran oído nunca hablar de amor", es aplicable a muchos otros sentimientos; quizás a todos. Hace falta una mente extraordinariamente perspicaz para advertirlo. Y sería un profundo error creer que los seres menos cultos son los más espontáneos y sinceros. Lo normal, por el contrario, es que sean los menos capaces de crítica, lo que más a la merced están del modelo, los más dispuestos, por debilidad o por pereza, a adoptar sentimientos por convención, y a expresarlos con frases hechas, que les ahorran el esfuerzo de buscar otras mas precisas, para deslizarse en ellos adoptando la forma de este caparazón de alquiler."

André Gide 


Fuente: Gatopardo

martes, 16 de julio de 2013

Formas del amor


Algo maravilloso y original

Ella va a empezar a darte vergüenza.

—¿Ana Karina? ¿Quién es Ana Karina?


Pasó en una fiesta, después de la presentación de un libro. Ella casi nunca va a esos sitios, pero esa noche estaba ahí, conversando con tu editor y otras personas, quizás un poco achispada (envolviendo la copa de vino con toda la mano, un hábito que antes encontrabas encantador y que, ahora, te resulta irritante, un gesto incorrecto y pretencioso), cuando alguien mencionó a Anna Karenina y ella dijo:

—¿Ana Karina? ¿Quién es Ana Karina?

No fue la primera vez. Un año antes, durante un viaje con miembros de un jurado literario, preguntó por lo bajo, aunque todos pudieron escucharla, “¿Qué quiere decir ‘retórica’?”. Después, en una cena con otros escritores, dijo que le gustaban los libros de fotografía “porque no hace falta leer”. Pero ella casi nunca va a esos sitios: cenas, viajes de trabajo, conferencias, ferias de libro.

—Andá vos, que lo disfrutás. Yo me aburro —dijo, hace ya tiempo, y eso, entonces, pareció un buen trato.

¿Cuál es el primero de todos los terribles gestos: el que hace que el otro empiece a ser el enemigo?

Empezaste a ir solo mientras ella se quedaba en casa, planificando su trabajo: averiguando el precio de nuevas semillas de césped, leyendo la página del Royal Botanic Garden, proyectando los setos de un jardín. Cuando regresabas, nunca hablaban de las cosas que te habían pasado —todas esas charlas cargadas de maldad o admiración, conversaciones imbuidas de suave autocomplacencia circulando entre litros de alcohol y canapés—, sino de los asuntos de ella: un raro cactus que quería importar, un posible viaje a Brasil para comprar orquídeas. Te gustaba esa ignorancia refrescante. Nada de conversaciones sobre teoría literaria, nada de esgrima intelectual. “¿Quién es Catulo?”, preguntaba, mientras estaban recostados como dos metáforas de la serenidad sobre la cama, y había algo de tierna perversión —el morbo de educar a un indefenso— en explicarle quién era Catulo, en levantarte y buscar el libro y leer aquello de “Odio y amo. / Quizás te preguntes cómo puedo hacerlo. / No lo sé. / Pero sucede / y me atormenta”. Durante mucho tiempo fue maravilloso ver cómo Catulo y el poema (ese poema en particular, que siempre despertaba en vos la sensación de estar enviando un mensaje encriptado y veraz: “te amo pero voy a odiarte, Lesbia mía”), le importaban poco. Estaba más interesada en el gesto que hacías cuando te ponías las gafas, en la pequeña muesca que tenías junto a la boca y que le gustaba contemplar mientras leías y te sentías el rey del mundo. “Mi bestia”, le decías, le dijiste durante tantos años, durante al menos siete, cuando te gustaba sin reparos esa mujer de huesos altivos equipada con habilidades masculinas —desatapar desagües, pintar paredes, cavar kilómetros de zanjas—, y ella lo aceptaba feliz, como un elogio. “Bestia, bestia mía”.

¿Cuál es el primero de todos los terribles gestos: el que hace que el otro empiece a ser el enemigo? ¿Cómo se puede sospechar, cuando se visten los primeros fastos del amor, la ira frenética que producirá, más tarde, algo tan simple como el ruido que hace alguien al beber de una taza? Pero aún no han llegado ahí. Por ahora es solo un pequeño desastre, una progresiva degradación de la dioptría.

Una noche ella llega contenta porque una revista acaba de publicar seis páginas con fotos de su trabajo en los jardines. Dos días más tarde, tu taza de café se vuelca sobre la revista y, sin pensarlo —sin pensarlo—, la arrojás a la basura. Cuando ella vuelve a casa, encuentra la revista en el cesto y pregunta qué pasó. Decís: “Se me cayó café”. Ella no protesta, no hace un escándalo. Saca la revista con olor a basura, la pone a secar. No hay manera de saber si está ofuscada. Hay algo, en esa reacción medida y prudente, en esa preocupación por solucionar lo sucedido sin pedir explicaciones, que te ofende. Desde entonces sentís, a veces, el deseo de gritarle. Pero nunca sabés bien por qué.

Si ella sospechara de tus sentimientos te abandonaría de inmediato. Porque tiene el orgullo de un guerrero y porque su amor es un hecho concreto, como un pan recién sacado del horno: algo que no necesita explicación

Ella nunca pide ni reclama ni se acongoja: es una máquina, un ser rotundamente fuerte que sobreviviría a una hambruna, a dos sequías, a siete plagas, a 20 revistas en la basura. Es sabia. Es dura. Es fría como un hacha. Lidia con insectos minúsculos que producen estragos de proporciones absolutas y con humanos que tienen sentimientos histéricos con respecto a las enredaderas y los parterres. Sabe tratar a la gente y conoce los misterios gozosos de la naturaleza: es admirable. Pero —aunque celebra tus premios y tus traducciones— no está interesada —nunca lo estuvo— en conocer el contenido de tus conferencias; no está interesada —nunca lo estuvo— en conocer el contenido de tus libros. Durante muchos años eso fue maravilloso y original. La cópula entre el artista inútil para casi todo y la mujer capaz de trepar un volcán en las mañanas. No te importaba que no supiera qué era el estructuralismo porque, además, siempre podías explicárselo (ella te escuchaba atenta, aunque notabas, primero, el esfuerzo por entender y, después, la declinación del entusiasmo). Durante muchos años eso fue maravilloso: fue original. Y, aunque aún no ha dejado de serlo, ella ha empezado a avergonzarte. Te avergüenza que diga, en público, que se aburre con las películas “lentas”, que no le gustan los libros “que no terminan bien”. Pero por la noche, cuando se meten en la cama, su cuerpo todavía te resulta emocionante. Y en las últimas horas de la tarde el sonido de sus llaves en la cerradura es, todavía, el sonido de la felicidad.

Si ella sospechara de tus sentimientos te abandonaría de inmediato. Porque tiene el orgullo de un guerrero y porque su amor es un hecho concreto, como un pan recién sacado del horno: algo que no necesita explicación. Todo continúa, entonces, un poco más. Porque en verdad, salvo cuando hay otras personas, no te importa que ella no sepa quién es Soren Kierkegaard. Y siempre te hace feliz saber que está en algún sitio de la ciudad o de la casa, envuelta en el aroma picante del césped y del insecticida. Tiene una forma de decirte “Todo va a estar bien” —-y de tocarte el pecho con la palma abierta— que te produce esperanza y paz. Su olor es el olor de las mejores cosas. Pero en las noches en las que no podés dormir, cuando ella es apenas una respiración en tu costado, pensás que el único final posible es la catástrofe. Como si ella fuera un hermoso ser de otro planeta que, expuesto a la atmósfera malsana de un sistema nuevo, tuviera que, necesariamente, sucumbir.

Leila Guerriero
Fotografía:  Emmet Gowin

Fuente: elpaís

viernes, 24 de mayo de 2013

El poema perfecto


 





















MIEDO
Raymond Carver

Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta.
Miedo a dormirme por la noche.
Miedo a no dormirme.
Miedo al pasado resucitando.
Miedo al presente echando a volar.
Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
Miedo a la ansiedad.
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo a quedarme sin dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea vieja, y yo también.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día acabe con una nota infeliz.
Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

Ya he dicho eso.
Fotografía de Bob Adelman

jueves, 23 de mayo de 2013

Que no pare la música






Ray Manzarek
(1939-2013)

Para leer:



Georges Moustaki
(1934-2013)

Para leer:

domingo, 12 de mayo de 2013

Adiós a Constantino Romero



Por cortesía de Noemí, aquí os dejo un enlace al programa de BTV, Banda Sonora, donde este gran profesional habló de su vida: Banda Sonora

domingo, 28 de abril de 2013

Libro nuevo

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgU9hzI0NBA3kt_3vTQkl-qxrnkMxOxVeE71PcKNTjPTx_jkADeG0TgVW0FLytyvGtz1f9aeumgFXOlgqqSmRfWadNVuPSbob6uuGUd86aoH8THhV6N3BPsGidmsNa-xLCvtnMza75ffWE/?imgmax=800

Un regalo de Noemí ¡Gracias!

Visita su página: Laberinto de ideas

No te preocupes por...



Carta de Francis Scott Fitzgerald a su hija Frances. El escritor se la envía a su hija al campamento de verano en Marylnad el 8 de agosto de 1933.


“Tesoro: Me importa muchísimo que cumplas con tus obligaciones. ¿Querrás enviarme un poco más de documentación sobre tus clases de francés? Me alegra que estés feliz, aunque nunca he creído demasiado en la felicidad. Tampoco he creído nunca en la tristeza. Son cosas que ves sobre un escenario o en la pantalla o en las páginas impresas; nunca te ocurren realmente en la vida.

En la vida, sólo creo en las recompensas por la virtud (según el talento que uno tenga) y en los castigos por no cumplir con tus obligaciones, que sin duda se pagan caros. Si tienen el libro en la biblioteca del campamento, ¿le pedirás a la señora Tyson que te deje echar un vistazo a un soneto de Shakespeare donde se lee el verso «El lirio que se pudre huele peor que la maleza»?

Hoy no he tenido ningún pensamiento, es como si la vida consistiera solamente en armar cuentos para el Saturday Evening Post. Pienso en ti, y siempre de buen grado, pero si vuelves a llamarme "Papaíto", sacaré a pasear el Gato Blanco y le daré una zurra en el trasero, fuerte, seis veces por cada vez que seas impertinente.

¿Te hará reaccionar?

Yo me ocupo de la factura del campamento.

Como un idiota, voy concluyendo.

Cosas de las que preocuparse:
Preocúpate del coraje.
Preocúpate de la higiene.
Preocúpate de la eficiencia.
Preocúpate de la equitación.

Cosas de las que no preocuparse:
No te preocupes por la opinión de los demás.
No te preocupes por las muñecas.
No te preocupes por el pasado.
No te preocupes por el futuro.
No te preocupes por hacerte mayor.
No te preocupes por que alguien te supere.
No te preocupes por el triunfo.
No te preocupes por el fracaso, a menos que sea culpa tuya.
No te preocupes por los mosquitos.
No te preocupes por las moscas.
No te preocupes por los insectos en general.
No te preocupes por los padres.
No te preocupes por los chicos.
No te preocupes por las desilusiones.
No te preocupes por los placeres.
No te preocupes por las satisfacciones.

Cosas en las que pensar:
¿A qué aspiro realmente?
Si me comparo a mis coetáneos, soy realmente buena con respecto a:
a) El rendimiento académico.
b) ¿Entiendo realmente a las personas y soy capaz de llevarme bien con ellas?
c) ¿Procuro hacer de mi cuerpo un instrumento útil o lo estoy descuidando?

Con todo mi amor, Papi
Fuente: elpaís